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A propósito de Aznar y la golfería estructural

El expresidente del Gobierno, José María Aznar, el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante el XXI Congreso Nacional del Partido Popular
17 de julio de 2025 22:18 h

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Y, de repente, Cristóbal Montoro. La política, a veces, tiene giros de guion que arruinan la estrategia de cualquiera. La de Feijóo sobre la coherencia los principios y la ética acaba de saltar por los aires con la imputación del que fuera ministro de Hacienda primero con Aznar y, luego, con Rajoy.

No es que el historial de la derecha fuera impoluto hasta el momento. Todo lo contrario. El PP aún tiene pendientes de juicio oral 30 casos por corrupción. Tres ministros han pasado por la cárcel -Rodrigo Rato, Jaume Matas, Eduardo Zaplana- y otros tantos fueron imputados: que si las tarjetas black, que si el tráfico de influencias, que si la prevaricación, el cohecho y el blanqueo de capitales, que si la policía patriótica, que si la financiación ilegal, que si las mordidas, que si el fraude fiscal, que si la administración desleal…

La derecha delinque a lo grande, pero se olvida con facilidad. Acierta Juan Bravo cuando dice que no es comparable lo de Montoro con lo de Koldo o Cerdán. Claro que no. Ya lo dijo Rufián. Unos son corruptos cutres y otros premium. El exministro de Hacienda es de los segundos porque lideraba una trama a través de la cual benefició a ciertas empresas, concretamente a varias gasistas, con reformas legislativas para reducir impuestos si pagaban previamente al despacho Equipo Económico que él mismo había fundado años antes. La mafia de Montoro perseguía además a periodistas que investigaban sus presuntas corruptelas. Unos hace tiempo que lo denunciaron jugándose el tipo y otros lo hacen ahora aprovechando la coyuntura.

Y, sin embargo, ahí está Aznar abriéndose paso entre las aguas en el reciente Congreso Nacional del PP para ilustrar a sus correligionarios sobre la importancia de la limpieza en política e impartir clases de ética política. Sí, el mismísimo Aznar. El de las mentiras del 11M; el de la guerra ilegal de Irak; el que hizo del matrimonio de su hija una boda de Estado en El Escorial a la que acudieron decenas de ilustres que, después, fueron investigados y enviados a prisión; el jefe de Zaplana, el de Matas, el de Rato y el de Montoro…

Aznar es también el que habla de golfería estructural cuando se refiere al gobierno de Pedro Sánchez, pero soslaya la que acumularon sus ministros y presidentes autonómicos. Es el expresidente que acusa a la izquierda de subvertir el servicio público para beneficios personales; el que visualiza el Estado “como botín” desde que gobierna el PSOE y la nación, como “moneda de cambio”. El que hace dos semanas abogaba por que los “delincuentes” dejaran de estar en los despachos legislando y entraran en prisión y el que decía que la corrupción que rodea al PSOE «no es cosa de tres o cuatro golfos», sino una “golfería estructural del sanchismo”. Y todo con tanto desparpajo como desvergüenza.

Y lo mismo Feijóo, que sostiene los días pares, y también algunos impares, que el Gobierno de Pedro Sánchez y el PSOE tienen sobre sus conciencias “la causa de corrupción más grave de la historia democrática”. Nos toma por imbéciles. Y, además, miente cuando sostiene que la noche del miércoles el Comité de Garantías había decidido, al conocer la imputación de Montoro, la apertura de un procedimiento de información relacionado con el caso. Rotundamente falso. Génova trasladó, a quien preguntó si el partido tenía intención de abrir un expediente disciplinario al exministro que no le constaba que el citado comité tuviera intención de reunirse por las actividades que hubiera tenido una persona que hacía ya ocho años que había sido ministro. Y así todo.

El escándalo Montoro no resta gravedad al caso Cerdán o Ábalos que envenena los sueños de Sánchez, pero sí proporciona munición a los socialistas tras varios meses de desgaste que han puesto incluso en jaque el curso de la legislatura. El PSOE tratará ahora de sacudirse la presión y devolver el golpe a Feijóo, que además había recuperado parte del núcleo duro de Montoro para su actual equipo económico.

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